Iniciada en las redes sociales y ya recogida por varios portales, comenzó a circular una campaña que preocupa por la potencial instalación de granjas industriales chinas en Argentina a consecuencia de la expansión global de la gigantesca pero no menos golpeada porcicultura del país asiático.

Fue a principios de julio cuando se anunció desde Cancillería un acuerdo entre ambos países pero, consultados por la polémica generada, desde Cancillería confirmaron a los medios que “aún no hay acuerdo y que se tendrán en cuenta las prevenciones planteadas y que aún no hay fecha estimada para el lanzamiento”.

Durante abril y mayo, el principal destino de las exportaciones de cerdo locales pasó a ser China, quien todavía sufre los embates de los profundos daños generados por la Peste Porcina Africana en su territorio, que la llevó a sacrificar entre 180 y 250 millones de cerdos éste y el pasado año, para evitar la propagación del virus. Estiman que erradicar la enfermedad les podría demandar más de 10 años.

En un primer posible escenario, para 2026 la Argentina tendría 540.000 madres en producción (hoy reúne unas 395.000), mientras que por las inversiones chinas ingresarían 240.000 madres más (60.000 madres por año). En cuanto a la producción estimada, la Argentina saltaría de las 750.000 toneladas/año actuales, a más de un millón de toneladas propias, mientras que el proyecto chino produciría en el país más de 720.000 toneladas/año.

En un segundo escenario, que se considera “potencial”, sería un crecimiento los dos primeros años de 60.000 madres, los años tercero y cuarto un crecimiento de 80.000 madres, y los años quinto y sexto un crecimiento de 100.000 madres. Bajo esta proyección, para 2026 las inversiones chinas tendrían en el país 480.000 madres en producción. Además, según la estimación, ahí la producción china sería de 1,4 millones de toneladas, más que la producción propia de las inversiones argentinas.

Poner en producción esa cantidad de madres representaría inversiones chinas por casi 4.800 millones de dólares, la creación de frigoríficos, varias unidades de 15.000 madres en confinamiento en provincias en donde es importante captar mano de obra desocupada, y todo lo que conlleva: industrialización, frigoríficos, playas de faena, unidades de frío, incremento del transporte, etc. También la movilización colateral de subproductos, el aumento de concentrados proteicos, minerales y vitamínicos; productos sanitarios y especialistas en la producción especializada, aspecto que también requerirá de profundos cambios curriculares para la carreras universitarias de grado y posgrado que formen médicos veterinarios, ingenieros agrónomos entre otros.

Para los especialistas, un primer problema es el ingreso de material genético desde el exterior. Es una tentación que podría presentarse ante el apuro de las inversiones y el monto de las mismas. La legislación existente de aplicación por parte del SENASA, organismo rector en la temática, es muy clara y exige que el ingreso de material genético desde países con PRRS (Síndrome Respiratorio Reproductivo Porcino, enfermedad presente en China y otros países, pero no en la Argentina) sea por avión y de forma exclusiva por el Lazareto Buenos Aires, lo cual implica una gran reforma de infraestructura en Ezeiza.

En cuanto al segundo problema, es que el destino exclusivo de la producción del proyecto chino es para la exportación a dicho país. Toda esa producción china se exportaría a ese mercado y la Argentina sería el quinto exportador mundial de carne de cerdo. El sector es más que consciente de los riesgos que acarrearía esta “Chino-dependencia” y es por ello que manifiesta que hay otros mercados en vista donde colocar la producción nacional. El proyecto es interesante y tentador.

Rodolfo Oscar Braun. Facultad de Agronomía. UNLPam