En estos tiempos en que la pandemia ocupa gran parte de nuestros días, las emociones y los sentimientos afloran y nos llevan a la reflexión para cuidarnos como sociedad.

En este contexto, nos preguntamos ¿cómo estamos educadores y estudiantes transitando esta pandemia? ¿Con preocupación y miedo, u ocupados por cuidarnos y cuidar a nuestra comunidad educativa, familia y amigos?

En este sentido, el planteo a resolver es si permitimos que el miedo nos invada o nos involucramos responsablemente como ciudadanos. Cuando estamos preocupados por el COVD 19 podemos pasar por un estado normal de ansiedad y tener la necesidad de comunicar lo que sentimos. Para ello, podemos apelar a la información que nos brindan los medios oficiales sobre el cuidado de la salud y al compromiso social que nos demanda esta pandemia. Sin embargo, en un extremo de nuestras emociones, pero en un límite muy delgado, está el miedo. El miedo nos bloquea para dialogar y escuchar recomendaciones. En este estado biológico no permitimos que nadie nos ayude y tampoco podemos ayudar al que nos rodea. La preocupación, si favorece la continuidad de una alarma biológica que hace daño a la salud, no contribuye al bienestar.

Ante esta perspectiva y como profesionales ocupados del problema debemos generar emociones positivas en el otro, como confianza, empatía, seguridad ya que está comprobado que generan un aprendizaje relevante para la vida. Pero no hay duda que también podemos generar emociones negativas en un acto educativo o cuando nos comunicamos, y en este caso se genera miedo, desconfianza y no habrá aprendizaje para cuidarse o cuidarnos.

Por lo tanto, como docentes y profesionales de la salud es fundamental propiciar la escucha y brindar el acompañamiento necesario en el marco de nuestras posibilidades y responsabilidades. Es por ello, que proponemos en esta comunicación, reflexionar sobre aspectos relacionados con la educación en salud en contexto de pandemia.

  • Acerca de la comunicación en ámbitos educativos

La comunicación con las y los estudiantes ha cambiado y la virtualidad ha reemplazado ese contrato pedagógico maravilloso que teníamos de poder mirarnos presencialmente, gestualizar, ser espontáneos y expresar con libertad nuestras opiniones, porque teníamos la posibilidad de que el disenso podía ser interpretado como una oportunidad para reflexionar y enriquecer la disciplina a partir de posibles ideas erróneas. Hoy debemos plantearnos que nuestro interlocutor, ya sea él y la estudiante en una clase, o en un examen a distancia, debe tener como siempre las mismas oportunidades para opinar y para autoevaluarse. Hoy es el momento en que debemos apelar a nuestra humanidad, a nuestra formación profesional pedagógica, a la empatía, a la escucha bidireccional y no unidireccional. Este momento histórico puede dejar en las y los estudiantes emociones negativas agravando su situación de encierro domiciliario con el distres que esto produce, o generarles emociones positivas y aprendizajes para la vida. Está documentado que la historia académica desde la niñez, la adolescencia y la universidad dejarán huellas emocionales y conductuales en la vida, por ello si generamos emociones positivas en las y los estudiantes, recordarán su paso por la universidad como un aporte constructivista a su crecimiento humanístico.

  • Acerca de la comunicación de salud con la comunidad

En estos días, en los núcleos familiares y de amigos se fue tomando conocimiento, si es que no lo sabían, que tienen en su entorno familiar alguna persona con mayor riesgo de contraer una enfermedad viral como es el COVID 19. Esto seguramente genera alarma en la familia o amistades que la rodean y puede llevar a comunicar las novedades con cierto énfasis y temor. Esto se pone de manifiesto cuando le habla o explica con el objetivo de ayudarlo, pero es posible que la persona de riesgo (que también tiene miedo) no escucha o no puede escuchar. Como personas de riesgo nos estamos refiriendo a individuos que poseen enfermedades como las respiratorias, nombrando entre las más frecuente al asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) producidas por el cigarrillo o tóxicos ambientales. También son de riesgo personas con antecedentes de otras enfermedades que están asociadas con trastornos en la inmunidad, o las Enfermedades crónicas no transmisibles. Entre las Enfermedades crónicas no transmisibles se considera la hipertensión arterial, la diabetes, el aumento de colesterol o triglicéridos, sobrepeso u obesidad. Todas favorecen la enfermedad de los grandes y pequeños vasos y es en este lugar donde puede el virus generar problemas de coagulación sanguínea en sistemas como el respiratorio u otros.

¿Cómo los podemos ayudar? De manera muy sencilla. Aconsejando a los que son fumadores que fumen menos y tengan todas las vacunas como enfermos de riesgo. En el caso de las enfermedades crónicas no transmisibles podemos promover caminatas en el patio, hacer gimnasia, estimular a que use esa bicicleta fija que está en un rincón y no se usa, o acompañando a cumplir con el programa de alimentación indicado por el equipo de salud.  Otra forma de ayudar es que prestemos atención a cómo toma los medicamentos nuestro familiar, porque hay algunos medicamentos como los hipoglucemiantes orales (bajan el nivel de glucosa en sangre) que se toman antes o después de comer. En múltiples oportunidades una persona diabética o hipertensa toma otros medicamentos y no hace la diferencia en su administración provocando lo que se llama interferencia medicamentosa. Esta situación hace que la persona no responda al tratamiento y se encuentre descompensado, es decir aumenta su glucemia o sus valores de presión arterial. Esto sucede en personas que reciben múltiples tratamientos asociados con estas enfermedades.

En el caso de una persona que padece diabetes y tiene miedo o no se siente bien, se recomienda que él o la familia, midan su glucemia con un pinchazo en el dedo y esto arrojará la evidencia que está compensada metabólicamente o tiene las glucemias en valores normales o si solo está alarmada por toda la situación que vive. Estas personas deben tener glucemias en ayunas menor a 120 o 130 mg/dl y 2 horas después de una comida un valor igual o menor a 160 mg/dl. Este mismo ejemplo se da para un familiar hipertenso, ¿cómo lo tranquilizamos?, tomándole la presión arterial y observando que no tenga un valor mayor de 140 mmHg de máxima y menor de 100 mmHg la mínima o diastólica. Es posible que en este caso se brinde la oportunidad para dialogar y volver a empezar en los adecuados cuidados de la salud.

Docentes, estudiantes y familias, debemos considerar que éste es el momento en que debemos comunicar con responsabilidad social cómo cuidarnos en estado de pandemia, pero sin dejar de lado que la escucha profesional es muy importante y debemos hacerlo con empatía y respetando las diferencias.

Prof. Dr. Jorge Luis Olivares. Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales- UNLPam. Programa de extensión Universitaria (PROEU) “Integrando Saberes para fortalecer la Comunicación interna y externa en Salud Institucional” de la Secretaría de Cultura y Extensión de la UNLPam y Departamento de Docencia e Investigación del Hospital Dr. Lucio Molas