La emergencia del SARS Coronavirus 2, un virus desconocido hasta el momento, ha puesto en vilo a la población mundial. Los interrogantes son infinitos pero en esta nota trataremos de dilucidar algunos de los factores antrópicos, ambientales y/o biológicos que generan la emergencia, en algunos casos, y la reemergencia en otros, de distintas enfermedades infecciosas.

Para amigarnos con estos nuevos términos, la definición de “Enfermedades infecciosas” según la Organización Mundial de la Salud (OMS), refiere a enfermedades causadas por organismos patógenos como las bacterias, virus, hongos o parásitos. Este grupo de agentes forma parte de los organismos de distintos seres vivos entre los cuáles se encuentran las plantas, los animales y dentro de estos últimos, los seres humanos.

El asunto está en que no todos los seres vivos compartimos los mismos patógenos y acá aparece otro concepto importante que es el de “zoonosis”, que son agentes infecciosos de los animales y que producen una enfermedad en los humanos por contacto directo con el animal enfermo, a través de algún fluido corporal como sangre, orina o saliva, o mediante la presencia de algún intermediario o “vector” como pueden ser los mosquitos u otros insectos. Estos organismos infecciosos, desde nuestro punto de vista, no aparecen de la nada sino que forman parte de los distintos ecosistemas y muchos de ellos se mantienen en la naturaleza en los denominados “ciclos rurales o selváticos” y de los cuáles no forma parte el humano.

El conflicto comienza cuando las actividades humanas, cada vez más extendidas por todo el planeta, alteran los ecosistemas naturales. Los ecosistemas funcionan y se mantienen en un equilibrio dinámico brindado por los distintos componentes del mismo y que se ha ido generado a través de millones de años de selección natural. El ser humano, con sus acciones, modifica tanto a los integrantes de esos ambientes como la abundancia de cada uno de ellos y sus relaciones, lo que genera múltiples desequilibrios y cambios que alteran finalmente su composición, estructura y funcionamiento. Uno de esos desequilibrios resulta en el incremento de la actividad del patógeno o escape de los agentes infecciosos de su hábitat natural hacia el hábitat urbano.

Muchas de las zoonosis que son cada vez más frecuentes están relacionadas estrictamente con acciones humanas como el tráfico y consumo de fauna silvestre, la alteración de los ambientes donde el humano se encuentra a través de procesos ya bien conocidos como los cambios de uso de suelo y, dentro de estos, la deforestación, el avance de la frontera agrícola y la urbanización, entre otros. A todos estos factores mencionados, se les suma de forma multiplicativa la hiperconectividad global que hace que todo lo que sucede en un lugar, en este caso la aparición de un agente infeccioso, se disperse a gran velocidad por el movimiento de las personas, en poco tiempo y a grandes distancias.

EMERGENCIA DE ENFERMEDADES

Para poder visualizar todos estos conceptos teóricos vamos a dar algunos ejemplos de cómo estos factores influyen en la emergencia de enfermedades. Específicamente para el caso del COVID-19 estuvieron involucrados por lo menos dos de los factores mencionados anteriormente: en primer lugar, el tráfico y consumo de fauna silvestre en un mercado de animales en la ciudad de Wuhan, que generó un contacto entre animales (incluido el humano) que no conviven en la naturaleza, y que le permitió al virus hacer un salto de un hospedador a otro (en este caso de algún animal aún no identificado -potencialmente murciélagos o pangolines- al ser humano); en segundo lugar, una expansión geográfica del virus a gran velocidad debido a este proceso de conectividad global a través del movimiento de personas.

Otro ejemplo bien conocido en nuestro país es el del virus del Dengue, con una expansión geográfica gradual y constante de su principal vector, el mosquito Aedes aegypti, gracias a los aumentos de temperatura (también relacionados con actividades humanas) y a los procesos de urbanización, generando los ambientes propicios para el desarrollo de esta especie. Como conclusión, y aunque parezca una paradoja, las respuestas de por qué a nosotros y por qué hoy están, en gran medida, en nuestras propias acciones.

Ing. en Recursos Naturales y Medio Ambiente Ana Paula Mansilla. Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa (INCITAP) - Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam). Becaria doctoral CONICET

Foto: Greenpeace Brasil