En el contexto de la pandemia por Covid 19 el aislamiento, la falta de escolaridad presencial, el cierre de los centros deportivos y la dificultad para sostener el ingreso económico familiar generó una serie de repercusiones en la vida de las niñas y niños de nuestra comunidad.

Varios estudios publicados en otros países, e inclusive en otras provincias de nuestro país, evaluaron el impacto de la pandemia. La mayoría de los resultados no fueron muy alentadores, dado que un gran número de personas habían sufrido cambios emocionales (angustia, depresión e irritabilidad), alteraciones en los patrones del sueño/vigilia, aumento de las horas pantalla, disminución del ritmo de actividad física y una marcada limitación en las actividades sociales.

En este contexto, y en el marco del Proyecto de extensión universitaria NUTRI-UNLPam, como docentes de la asignatura de Nutrición y Salud Humana de la Licenciatura en Enfermería decidimos evaluar cuál había sido la repercusión en los hábitos alimentarios, particularmente en la infancia, en la provincia de La Pampa. Con este objetivo principal se dirigió una encuesta por GoogleForm, con preguntas sencillas y fáciles de ser interpretadas por niños y niñas de 6 a 12 años, aunque podían recibir ayuda de sus familiares. También debieron completar un consentimiento informado, con el carácter de información confidencial y anónima.

Entre los hallazgos más significativos encontramos que casi 30% de los niños/niñas que venían haciendo actividad física en forma regular, previo a la pandemia, abandonaron la misma y aumentaron notablemente las horas frente a la pantalla. La mitad de los niños/niñas permanecieron más de 4 horas por día conectados. Es notable que antes de la pandemia la recomendación a las familias era que sus hijos/hijas no se expusieran tantas horas a las pantallas, por los efectos en la vista, en la postura, en la capacidad de crear e imaginar y en el desarrollo social y comunicacional. Paradójicamente, en la coyuntura de pandemia los objetos tecnológicos constituyen un medio indispensable para mantener la escolaridad y la sociabilidad.

INTERACCIÓN SOCIAL

Si bien el confinamiento obligatorio resulta una medida adecuada para evitar la propagación del virus, esta situación genera ansiedad, angustia, depresión y estrés que pueden asociarse a conductas de vida no tan saludables y repercutir sobre la alimentación y la ganancia de peso. Cuando analizamos los motivos más nombrados para comer durante la pandemia, fue el aburrimiento o el “porque sí”. Esto se podría relacionar con la baja interacción social que predispone a comer por estímulos como tristeza, miedo y enojo, reforzando el concepto del “comer emocional”.

Hubo una alteración significativa en el ritmo circadiano (dormir durante la noche y realizar las actividades durante el día), pudiendo esto afectar el hábito de desayunar. No deberíamos subestimar la importancia de esta comida para el inicio del día, la concentración y el rendimiento escolar. También el desayuno es un protector de la obesidad, ya que la ausencia de esta comida induce a realizar más picoteos durante el día, los cuales generalmente son de alimentos de bajo valor nutricional y de alta densidad calórica.

En la encuesta se contempló la valoración de las medidas antropométricas por autoreferenciación, nos permitió evaluar el nivel de sobrepeso y obesidad de la población infantil, siendo de un 22% de la muestra, coincidiendo con los datos de otras publicaciones nacionales. La obesidad predispone a varias enfermedades metabólicas, como la diabetes, la hipertensión y el colesterol elevado. En la investigación se vieron posibles razones para esta situación de riesgo, entre ellas un alto consumo de gaseosas y golosinas, más de 3-4 veces por semana, una limitada variedad en la ingesta de verduras, siendo éstas restringidas a aquellas que más hidratos de carbono tienen en su composición (papa, batata y choclo).

Además, solo un 50% consumía frutas diariamente, teniendo presente que las recomendaciones alimentarias son de 2 a 3 por día. Estos alimentos también son importantes en la alimentación por su aporte en vitaminas y minerales y su capacidad inmuno-moduladora. Por otro lado, un 40% no consumía en forma diaria lácteos y derivados, fuentes de calcio indispensables para el crecimiento. Incluso pudimos reafirmar un dato, también mostrado por la Cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, que es el escaso consumo de pescado y legumbres. La población argentina no tiene la costumbre de incorporarlos en el plan alimentario familiar, a pesar de ser considerados alimentos importantes para la salud cardiovascular por su alto aporte en fibra (legumbres) y ácidos grasos de cadena larga (pescados).

Destacamos un fenómeno positivo relacionado con la situación social actual: los y las niñas tuvieron la oportunidad de compartir más horas con sus familiares, lo que motivó la comensalidad (reunión de la familia a la hora de comer) y la participación en la preparación de las comidas. La intervención en la elaboración culinaria y el comer con la familia son factores protectores para hábitos alimentarios saludables y duraderos, por lo tanto preventivos de enfermedades crónicas no transmisibles.

Los resultados de esta encuesta constituyen un puntapié inicial para realizar más investigaciones y trazar propuestas educativas sobre aspectos nutricionales específicos que permitan un crecimiento saludable de nuestras niñas y niños.

Doctora en Nutrición Valeria Matzkin; Médica Alejandra Maldini; Licenciada en Nutrición Romina Pilar Gutiérrez. Docentes de la Facultad Cs. Exactas y Naturales, Licenciatura en Enfermería, UNLPam. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.